El Maratón de los Sueños Rotos
Por: Gerardo Enrique Garibaycamarena
15-Octubre-2007
El pasado 30 de septiembre Roberto Madrazo Pintado, quien
fuera candidato del PRI a la Presidencia de la República en las elecciones del año pasado, acaparó nuevamente los reflectores
de la prensa nacional; esta vez no fue debido a su cuasi invisible campaña o al delirante libro en que denunció su derrota
como producto de un complot en su contra, sino a lo que parecía un sorprendente logro deportivo.
El señor Madrazo corrió la Maratón de Berlín en tan solo
2 horas, 41 minutos y 12 segundos, un tiempo record, realmente sorpresivo y que por un momento hizo parecer que el frustrado
político tendría un futuro en la vida deportiva; sin embargo la ilusión se desvaneció horas después cuando se descubrió que
el tabasqueño había tomado un atajo y al grito de ¿quién dice que no se puede? no había pasado por los puntos de control establecidos
en los kilómetros 25 y 30 del recorrido, en otras palabras, había hecho trampa.
El hecho en sí resulta tragicómico, se trata del desesperado
intento de un político en desgracia por recuperar la fama y los aplausos que le acompañaron en otros tiempos y que ahora le
han abandonado, quizá para siempre, además de una muestra sintomática de los resabios que la costumbre de hacer trampa ha
dejado en la clase política.
Madrazo es parte de la estructura priísta que durante décadas
se mantuvo en el poder a base de chicanas, tranzas y triquiñuelas tanto o más surrealistas que ésta de la que hemos sido testigos,
contando entre ellas al “tapado”, los “muertos votantes”, los “mapaches”, las “urnas
embarazadas”, y muchas otras curiosas actividades que el tricolor convirtió en parte de la vida nacional.
Sin embargo lo ocurrido con Roberto Madrazo no es privativo
de los miembros del viejo régimen, se trata de un problema que puede atacar por igual a cualquier político de cualquier partido:
hablamos de la necesidad de ser adulado y ganar notoriedad, de la droga del aplauso y la adicción a la popularidad, o para
decirlo claramente, de la tentación del poder.
Lo ocurrido con el político priísta constituye muy probablemente
el fin de su carrera política y sus intentos por justificar su actitud resultan solo el triste colofón de la reputación que
alguna vez pudo llegar a tener, pero no es solo eso, se trata también de un ejemplo que debe servirnos de escarnio a todos,
para no caer en la adicción del aplauso, para saber retirarse a tiempo, para actuar con rectitud y evitar que la reputación
quede convertida en cenizas, en un maratón de los sueños rotos, y de la vergüenza permanente.
garibaycamarena@hotmail.com http://sinmediastintas.tripod.com