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Los demonios andan sueltos

 Los demonios andan sueltos

Por: Gerardo Enrique Garibaycamarena

3-Marzo-2008

La frase se hizo popular a finales de 1994, cuando Mario Ruíz Massieu, entonces Subprocurador de la PGR y fiscal especial en la investigación del asesinato de su hermano Francisco (ex Presidente del PRI y  ex cuñado de Raúl Salinas de Gortari), anunció su dimisión a la fiscalía alegando la interferencia de factores ajenos al proceso. Fue el culmen de la corrupción política, aquella que floreció a través del priato y alcanzó niveles estratosféricos en el sexenio de Salinas.

Tras esas declaraciones Mario Ruiz Massieu escapó a los Estados Unidos, donde fue detenido bajo el cargo de no declarar el dinero con el que intentó ingresar a ese país. Unos años más tarde, en 1999, las autoridades norteamericanas dieron a conocer que se había suicidado y, en medio de sospechas y desconfianzas respecto al destino del político mexicano, su caso se fue olvidando del subconsciente colectivo hasta hace unos días, cuando investigaciones periodísticas dieron a conocer que no se había suicidado, sino que presuntamente entró al programa de testigos protegidos, en el que se mantuvo durante más de 8 años hasta que desapareció a mediados de febrero.

El retorno de Ruiz Massieu a la atención nacional es importante porque representa el regreso de aquellos personajes de las páginas más negras de la historia política nacional a quienes creíamos idos, pero que únicamente se han mantenido en las sombras, sin alejarse por completo y ahora, en el río revuelto de la transición buscan quedarse con la ganancia de los pescadores.

El caso de Ruiz Massieu es emblemático de lo que llegó a ser la corrupción en el sexenio de salinas, pero no se limita a ser un simple recuerdo de épocas peores, todo lo contrario, debe servir como ejemplo y experiencia para que tanto sociedad como políticos evitemos caer nuevamente en esa espiral de delincuencia que incluso llevó a la DEA a investigar por narcotráfico a destacados políticos y gobernadores mexicanos.

Y es que el dinero fácil a cambio de corromperse no es una tentación exclusiva de los priístas, sino que cualquier persona, de cualquier partido político, puede sucumbir a ella; es por esto que no debemos bajar la guardia ante las señales de corrupción que observamos día a día, desde el alcalde que ordena efectuar una licitación sin ajustarse a la legalidad hasta el diputado o senador que aprueba una ley para satisfacer a grupos de poder o el empresario que hace uso de medios ilegales e inmorales para deshacerse de la competencia.

Reza el refrán que “en arca abierta hasta el más justo peca”, por ello requerimos de una sociedad atenta y de medios de comunicación críticos e independientes, que vigilen el comportamiento de los políticos y de la propia sociedad, pues solo haciendo de México un país donde haya ciudadanos activos, así como instituciones que castiguen a quien delinca desde el poder, lograremos reducir al mínimo (que no evitar completamente, lo cual es imposible) el flagelo de la corrupción que azota a nuestra nación.

Los demonios andan sueltos, fue la frase que resumió en forma más elocuente el ocaso de la dictadura priísta y de todos nosotros depende que aquel escenario no se repita, ¿Cómo? Mandando a los demonios al infierno de la deshonra pública, y a los delincuentes a prisión.

garibaycamarena@hotmail.com        http://sinmediastintas.tripod.com

Sin medias tintas, opinión y análisis sociopolítico

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