China se avecina
Por: Gerardo Enrique Garibaycamarena
31-Marzo-2008
El pasado 24 de marzo, durante la ceremonia de encendido del fuego olímpico en Atenas, un manifestante pro
Tibet irrumpió en la ceremonia para mostrar su rechazo a la represión que China, país que albergará la próxima edición de
los juegos olímpicos, ejerce desde hace décadas contra el pueblo tibetano.
Fue la primera de las que seguramente serán bastantes protestas contra el régimen chino por sus constantes
violaciones a los derechos humanos, y es que las olimpiadas constituyen hoy por hoy una de las mayores proyecciones que puede
obtener un país y será por ello empleada tanto por las autoridades chinas como por sus detractores para impulsar el apoyo
a su agenda política.
Ya desde que en 1896, a iniciativa del Barón Pierre de Coubertin, se retomó la organización de los juegos
olímpicos, estos han tenido una ineludible dimensión política que se reflejó de manera especialmente clara en las olimpiadas
de Berlín en 1936, marcadas por el ascenso del nazismo en Europa, apenas 3 años antes de la segunda guerra mundial.
Durante la guerra fría el encuentro deportivo se convirtió en uno más de los escenarios donde americanos y
soviéticos buscaban demostrar la primacía de su ideología, el deporte al servicio de la propaganda. Las tensiones entre ambos
países finalmente llevaron al boicot del bloque capitalista en los juegos de Moscú en 1980 y la represalia del bloque comunista
al no asistir a los juegos de Los Ángeles, 4 años más tarde.
Así como en su momento la justa deportiva sirvió para promover a los imperios del Siglo XX ahora se convertirá
en instrumento del gobierno chino, en una muestra de poder logístico, económico, deportivo y político, de ahí que las protestas
que han enmarcado el inicio de los eventos olímpicos (y seguramente aumentarán su intensidad en las próximas semanas), así
como la respuesta que a ellas de la opinión pública internacional, sean de enorme trascendencia, pues nos servirán para aquilatar
el nivel de influencia del gigante asiático en la política internacional.
China es el nuevo imperio, uno que mezcla los peores elementos del capitalismo con la represión sistemática
al disenso político y que toma un papel cada vez más activo en la geopolítica, enfocándose ya no solo en Asia, sino también
en África, continente donde su poder es incluso comparable al de potencias tradicionales como Estados Unidos o Inglaterra.
El mundo está consciente de la amenaza que el fundamentalismo islámico representa para la estabilidad internacional,
sin embargo la amenaza mayor no proviene de los terroristas, sino de la megadictadura china, cuya clase política se ha caracterizado
por la brutalidad con que reprime a quienes considera indeseables. Para muestra están la opresión del Tibet y las numerosas
ejecuciones cometidas por el régimen durante el periodo conocido como “Revolución Cultural”.
Por lo pronto, a partir del 8 de agosto habrá que estar atentos no solo a la actuación de los atletas, sino
sobre todo a las consecuencias sociopolíticas de unos juegos olímpicos que serán testigos del fin de la supremacía norteamericana,
la consolidación de una nueva megapotencia y el retorno a un mundo bipolar, con todas las consecuencias que ello implica.
Resulta claro que el mundo está cambiando; China se avecina, y tendremos que adaptarnos.