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(Casi) 200 años después

(Casi) 200 años después

Por: Lic. Gerardo Enrique Garibay Camarena

15-septiembre-2008

El pasado 12 de septiembre y en el marco de la visita pastoral efectuada por el Papa Benedicto XVI, el Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy señaló su interés en promover lo que calificó como una “laicidad positiva”, al tiempo que reconoció que la cultura francesa tiene sus raíces en la cultura judeo-cristiana y enfatizó que el diálogo con las religiones es  "legítimo para la democracia y respetuoso con la laicidad", pues estas son "patrimonios vivos de reflexión y pensamiento, no sólo sobre Dios sino también sobre el hombre, la sociedad e incluso sobre la preocupación actual de la naturaleza".

Todas estas verdades de Perogrullo, tan indiscutiblemente obvias para la mayor parte del planeta, son en Francia motivo de agrios debates, pues la postura que hacia las religiones en general y a la Iglesia Católica en lo particular ha asumido el dirigente galo a partir de su arribo al poder en mayo del 2007, representan un rompimiento con la larga tradición antirreligiosa del estado francés, originada a finales del Siglo XVIII y demostrada en formas más o menos drásticas desde entonces.

El énfasis en los temas religiosos, que se ha convertido en una de las características de la administración Sarkozy, resulta especialmente simbólico puesto que será durante su gestión que Francia recuerde el doscientos aniversario del fin de la Revolución Francesa, aquella guerra que tan prolífica fue en purgas y fanatismo.

Durante la década que va de 1789 a 1799, bajo el lema de libertad, igualdad y fraternidad, esta nación europea se vio sumida en uno de los momentos más sangrientos de su historia. Miles, cientos de miles de personas fueron asesinadas, en su mayor parte durante la nunca mejor llamada época del “Reino del Terror”.

Dirigido por los radicales jacobinos, el estado francés dedicó todos sus recursos a la persecución de quienes no concordaban con sus ideas, siendo especialmente hostigados aquellos que permanecieron fieles a la religión católica, como ocurrió en la región de La Vendée, donde más de cien mil personas, en su mayoría campesinos, fueron sistemáticamente asesinadas en lo que constituyó el primer genocidio de la era moderna.

La locura jacobina, reprobada en la actualidad incluso por intelectuales liberales, llegó al extremo de imponer un culto pseudo religioso a la “diosa razón” y modificar el calendario, retirando las fiestas religiosas e inventándose nombres nuevos para los meses y semanas de 10 días. El experimento revolucionario concluyó como suelen hacerlo esa clase de delirios: con la aparición de un caudillo que devuelve el orden, en este caso Napoleón Bonaparte, que eliminó necedades como el nuevo calendario y llegó a un acuerdo con la Iglesia.

Aún así, el jacobinismo permanece en buena parte de la intelligentsia de Francia y parte del mundo occidental, de ahí la importancia de los posicionamientos de Sarkozy, pues representan un paso más en la construcción de una sociedad verdaderamente incluyente, donde el pensamiento religioso no sea ignorado, sino que ocupe en forma oficial el indispensable papel que tiene en la vida de casi todos los seres humanos. Francia parece avanzar, y, si bien ha tardado ya 200 años en hacerlo, más vale tarde que nunca.

garibaycamarena@hotmail.com   http://sinmediastintas.tripod.com

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