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Inhala

INHALA

Por: Gerardo Enrique Garibay Camarena

18-feb-2009

 

El Pasado 17 de febrero vivimos una las jornadas más violentas de la guerra contra el narcotráfico. En un lapso de 24 horas, 20 personas fueron ejecutadas en todo el país, incluyendo 10 durante un combate entre soldados y traficantes que tuvo como escenario las calles de Reynosa, poniendo en peligro a miles de ciudadanos tamaulipecos.

 

Se trata tan solo de la más reciente muestra de la descomposición social que vive México a causa del narcotráfico y que se comprueba con las 7651 ejecuciones registradas durante los últimos dos años. A pesar del esfuerzo de las autoridades por acabar con los cárteles, pareciera que estos se están fortaleciendo y tomando fuerza en lugares a los que antes no llegaban.

 

Sin embargo, la verdad es que el crimen organizado siempre había estado allí, si bien se encontraba lejos de la mirada pública, mientras el gobierno y la sociedad simulaban al unísono no darse cuenta de lo que ocurría.

 

No se trata de un mero problema de seguridad pública, sino de un problema social, una consecuencia terrible de la falta de valores en nuestras familias y comunidades. La verdadera pregunta es, ¿por qué hay narcotráfico? ¿Porqué hay quienes arriesgan su vida y su libertad para cultivar, industrializar y distribuir estupefacientes?

 

La respuesta es simple: hay quien se arriesga porque hay también mucha gente dispuesta a pagar grandes cantidades de dinero a cambio de poder escapar ilusoriamente de la prisión hedonista que, a lo largo y ancho de occidente, hemos construido y reforzado en los últimos tiempos.

 

Al despojar al ser humano de una idea de eternidad y arrojarlo al frío pragmatismo de la vida únicamente material se le dejó a las personas la conclusión lógica de “si solo tengo esta vida y nada más, debo disfrutarla a tope, sin preocuparme por las consecuencias. Si no tengo un alma y no habrá castigo para mis actos más allá de la muerte no importa lo que haga siempre que la policía no me encuentre”.

 

Hay quien señala que el consumo masivo de drogas en los Estados Unidos fue promovido por un grupo de intelectuales, incluyendo al popular escritor de ciencia ficción Aldous Houxley. Aún sin poder comprobar lo anterior es claro que, a partir de los años 60 y de la cultura hippie, el consumo de drogas fue promovido de forma masiva y concertada por artistas, escritores, pensadores, etc. y respaldado por una autentica maquinaria mediática.

 

A pesar de ello, ninguna autoridad ha investigado a fondo cuales eran los intereses que movían a tan distintos actores sociales a plantear al mismo tiempo una “cultura de la droga”, sobre todo cuando se le hizo tanta publicidad gratuita a un negocio que hoy mueve cientos de miles de millones de dólares cada año.

En una época donde para sobresalir es necesario tener recursos económicos y donde lo metafísico es negado o desnaturalizado, es normal que quienes no tienen una vida de multimillonario o un cuerpo  de “Barbie”, o aquellos cuyas familias se desintegran bajo el peso del egocentrismo y la desesperación, recurran a las drogas como un medio para escapar de los problemas y las complicaciones de la vida diaria.

 

Antes se podía recurrir al consuelo de lo divino, ahora, en la “comunidad mundial” solo se puede echar mano de los estupefacientes.

 

Desconozco si realmente fue Houxley una de las mentes tras la masificación de las drogas; pero en todo caso, su libro “Un Mundo Feliz”, donde los personajes adormecen la depresión y el vacío existencial a base de estupefacientes, es perfectamente aplicable a buena parte de las sociedades, europea y norteamericana, que consumen ávidamente la droga que a través de México les llega a un costo terrible de vidas, corrupción y desintegración.

 

Mientras la civilización occidental le dé la espalda a los valores y principios judeocristianos que la consolidaron, mientras el ser humano sea rebajado de “una creación a imagen y semejanza de Dios” a un mero amasijo de células, a un error biológico, o a una bestia más, serán infructuosas todas las acciones de los gobiernos contra el narcotráfico.

 

Hágase lo que se haga, mientras el primer mundo se continúe deslizando por la pendiente de la degradación y la desesperanza, seguirán los carnavales de la muerte que hemos presenciado en los últimos años a lo largo del país.

 

El gobierno se enfrenta a un problema que no puede solucionar, pues solo las sociedades occidentales, trabajando en conjunto, podemos detener nuestro proceso de autodestrucción y acabar con el mercado de las drogas.

 

Mientras tanto México, lo más que puede hacer, es tratar de controlar la caudalosa corriente de la oferta en una batalla que no puede ganar, al tiempo que lucha contra el creciente mercado interno. También aquí cada vez más personas recurren a la puerta de la modernidad, cada vez más gente inhala.

 

garibaycamarena@hotmail.com                                     http://sinmediastintas.tripod.com

 

Sin medias tintas, opinión y análisis sociopolítico

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