Presidentes muertos

Por: Lic. Gerardo Enrique Garibay Camarena

09/04/09

En Estados Unidos al dinero le llaman coloquialmente “presidentes muertos”, porque los billetes incluyen el retrato de los jefes de estado más importantes y emblemáticos que ha tenido la Unión Americana. En México ocurre lo mismo: los políticos forman parte de los billetes... desde antes de ganar las elecciones.

Hace ya 9 años, entre quienes apoyábamos la candidatura presidencial de Vicente Fox, circularon los “foxes”: billetes de $50 pesos con la fotografía del panista y durante las elecciones generales del 2006 este fenómeno se repitió con los seguidores de López Obrador, quienes crearon los “pejos”: billetes de $20 pesos con la efigie del candidato de la Alianza por el Bien de Todos.

Aparentemente, este par de anécdotas no pasarían de ser meras curiosidades políticas. Sin embargo, ahora que nos encontramos a unas semanas del inicio oficial de las campañas con miras a las elecciones intermedias del 2009,  vale la pena analizar cual es el motivo profundo de esta clase de expresiones de apoyo.

Quienes simpatizaban con Vicente y lo veían ya dándole su nombre a la moneda nacional y su imagen a un billete no apoyaban realmente a un candidato a la Presidencia, sino a un patriarca y por ello no es de sorprender que muchos de ellos se convirtieron, al paso del tiempo, en los más amargamente decepcionados de la Administración Fox.

El problema real no residía en si el marido  de Martha Sahagún fue o no un mal Presidente, sino en que esperaban de él cosas que humana y legalmente le eran imposibles de lograr, como igualmente hubiera ocurrido con los “fans” de López Obrador, si este hubiera llegado a la Presidencia.

Sin importar lo que rítmica y animada que pueda ser la propaganda de los partidos, el  hecho es que, gane quien gane, los funcionarios públicos están sumamente limitados por la ley, por las inercias y por los cotos de poder.

Ni Fox, ni Calderón, ni Obrador, tienen las grandes soluciones en la palma de la mano, ninguno posee la varita mágica para acabar con la pobreza, la marginación, el desempleo y la inseguridad.

El Presidente y los partidos tienen el poder para guiar al país en un cierto rumbo y enfocar los esfuerzos en determinadas estrategias, pero para superar los resabios nacionales esto no es suficiente, se requiere del apoyo y del TRABAJO, así, con mayúsculas, de todos.

Tan solo un ejemplo: Para derrotar a los narcotraficantes se requiere, de una política inteligente por parte del Gobierno Federal, pero también que las autoridades locales cumplan sus funciones y sobre todo que los padres de familia se acerquen a sus hijos para que estos no caigan en las pandillas y las redes de la droga. Es muy irresponsable por parte de la sociedad exigir soluciones al gobierno cuando nosotros mismos como pueblo claramente no estamos haciendo lo que tenemos que hacer.

Nos quejamos de la corrupción en las autoridades, pero permanecemos impasibles ante la corrupción social. Que nadie se engañe, los problemas no se solucionan solo con ir a votar. Democracia significa “gobierno del pueblo”, un gobierno que hemos de ejercer todos los días, no solo el cinco de julio.

Si seguimos esperando al presidente mágico, al Mesías que se ganará salir en los billetes, el país se nos va a desmoronar entre las manos.

Tenemos dos opciones: podemos actuar y construir, junto con nuestros gobernantes, las soluciones a los problemas nacionales, empezando por nuestra calle, nuestra comunidad y nuestra ciudad, o podemos aguardar a que arribe el presidente heroico y maravilloso que resolverá por si mismo los rezagos de nuestro país. En el primer caso aún estamos a tiempo de salvar a México, en el segundo vamos esperar sentados... para siempre.