Spanglish
03/05/06
Por: Lic. Gerardo
Enrique Garibay Camarena
Fue histórico, el pasado primero de mayo millones de migrantes hispanos en los Estados
Unidos dejaron de consumir y trabajar para sumarse a las manifestaciones en contra de una propuesta de ley que igualaría a
los ilegales con delincuentes y a favor de una reforma migratoria que permita la legalización de aproximadamente 12 millones
de residentes ilegales, la mayoría de ellos mexicanos.
Fue histórico, es la primera vez que los migrantes hispanos se unen en forma masiva y demuestran su poder económico
y de convocatoria; el tamaño de este movimiento ha hecho que incluso sea comparado con la lucha de los negros por sus derechos
civiles, ocurrida a mediados del siglo pasado. Sí, fue histórico, pero no garantiza que se vaya a aprobar la reforma migratoria.
A pesar de (o quizá debido a) la fuerza demostrada por los hispanos, se ve cada vez más difícil que esta sea aprobada antes
de las elecciones legislativas de noviembre en los Estados Unidos, lo que haría necesaria una nueva negociación y un nuevo
debate al respecto, dependiendo de los cambios en la correlación de fuerzas en las cámaras legislativas del vecino país.
Y
es que el conflicto migratorio se ha convertido en un asunto político, mejor dicho, en un botín político, ¿para quienes? En
parte para los líderes del movimiento hispano, que de ser perfectos desconocidos han pasado a poder movilizar a cientos de
miles de personas, pero principalmente para el Partido Demócrata, que ve en la lucha de los migrantes la posibilidad de generar
un nicho electoral que le permita volver a contar con la simpatía de los hispanos, la cual ha venido perdiendo en los últimos
años, al grado de que en el 2004 un 44% de ellos votaron por Bush (Republicano), contra un 35% que sufragó a su favor en el
2000, es decir el voto hispano por el Partido Republicano se incrementó en un 25%, esto de acuerdo a encuestas de salida efectuadas
por CNN en las respectivas elecciones.
La
reforma migratoria está prácticamente muerta, ¿porqué? Porque los Demócratas en el Senado, encabezados por Harry Reid, se opusieron a impulsar una reforma migratoria
que permitiría regularizar la situación de miles de indocumentados a través de un programa de trabajadores huéspedes. No se
hubiera logrado otorgar la residencia o la ciudadanía (que los indocumentados no tienen ningún derecho a exigir, ya que arribaron
ilegalmente) pero sí se habría conseguido que por lo menos tuvieran un estatus legal claro, protección garantizada de sus
derechos y, con el tiempo, quizá la ciudadanía.
Generar un programa de trabajadores huéspedes es una muy buena idea: sensata y realista, que permite mantener la libertad
de los norteamericanos de decidir a quien quieren en su país y la posibilidad a los migrantes de brindar oportunidades de
desarrollo a sus familias. ¿el problema? Que los sindicatos norteamericanos se oponían a la medida, pues la consideraban contraria
a sus intereses y el partido Demócrata siempre ha defendido a los sindicatos (supuestamente a cambio de una buena tajada en
apoyos económicos).
Así que a los demócratas se les ocurrió que lo mejor es dejar que la reforma migratoria duerma el sueño de morfeo,
es una apuesta de ganar-ganar: mantienen tranquilos a los sindicatos y pueden manipular a los ciudadanos latinos para que
voten por ellos en las elecciones legislativas, al acusar a los republicanos del fracaso y presentarlos como antimigrantes
y racistas.
Los hispanos han logrado un gran avance con la unión mostrada
en las últimas semanas, ahora falta que logren enfocar esa fuerza en presionar para conseguir una buena reforma migratoria,
y que aprendan a no ser usados como carne de cañón electoral, al fin y al cabo en sus países de origen ya han sufrido eso
durante demasiado tiempo.